viernes, 29 de junio de 2012

A San Pedro lo “enterraron”


Como siempre, todos los días 29 de junio, a las 3 de la tarde inició el “entierro” de San Pedro, con miles de “tristes” camagüeyanos  que siguieron su “féretro” a lo largo de las calles República, Ignacio Agramonte, Cisneros y la Avenida de la Libertad, con un recorrido de unos cuatro kilómetros hasta la Plaza de la Caridad.
Tambores y trompetas, no obstante el calor y la amenaza de lluvia, incitaron a los transeúntes a sumarse al jolgorio, entre “lamentos”, cantos y tragos de ron Puerto Príncipe.

Así fue la clausura oficial de los tradicionales festejos del San Juan 2012, que de todos modos continúa hasta la noche, cuando en cada lugar se acabe la bebida y apaguen las bocinas musicales.

Pero por ser viernes y pleno verano, los festejos seguirán sábado y domingo en muchas de las áreas habilitadas en la ciudad de Camagüey.

Este 29 de junio constituye una de las fechas más importantes de los festejos, en el cual la muerte de San Pedro se representa con un muñeco confeccionado con ropas viejas, relleno de hierba seca y trapos, el cual puede ser llevado en un ataúd o montado en una carretilla.

En la Plaza de la Caridad concluyó el tradicional “entierro”, luego del itinerario de una gigantesca conga con la que los camagüeyanos despiden su festejo veraniego.

Esta representación, que también se realiza en otros poblados de Cuba, para los camagüeyanos forma parte indisoluble del folklórico San Juan local.

Vigente desde el siglo XVIII, el San Juan camagüeyano tuvo su origen en la encrucijada de celebraciones procedentes de Europa y ferias de venta de ganado en la entonces Santa María del Puerto del Príncipe.

Esa centuria es considerada la del desarrollo pleno de la villa, hoy Camagüey, cuyo sector más antiguo de su último asentamiento posee el estatus de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El San Juan camagüeyano surgió fortuitamente en un mes de junio de hace tres siglos. Sus inicios se sitúan en el período caracterizado por un gran poderío económico en la comarca de Puerto Príncipe, auge alcanzado por las fabulosas ventas de ganado que se realizaban en la Villa.

Desde los extensos pastizales de nuestra geografía llegaban hacendados y peones que para realizar sus transacciones, y concentrados en los alrededores de la población, pasaban año tras año este a veces lluvioso mes. Estas largas esperas originaron reuniones familiares, encuentros entre amigos, fiestas y paseos que de alguna u otra forma hemos heredado.

Las actividades paralelas a las económicas siempre terminaban en carreras de caballos, con la participación activa de los peones. Se celebraban en el camino principal de la Villa, por lo que lo denominaron calle de “Las Carreras” (hoy Avellaneda).

Posteriormente adoptó el nombre de “San Juan”, porque se quería apareciera de manera oficial el patronímico del santo, festividad que celebraban el día 24 de junio y que se convirtió en el mayor exponente de la ciudad.

Competiciones y festejos de los monteros llegaron a una población que participaba e introducía sus costumbres, esas que con posterioridad disfrutaron, a su manera, los rústicos ganaderos del Puerto Príncipe.

La festividad del San Juan es oriunda de España, pero no en la forma en que la concibieron los principeños. El San Juan español es amigo de las romerías, y sobre todo, del fuego. Internacionalmente son muy famosas “las noches de San Juan”.

Comparsas, congas, rumbas, disfraces y creatividades en función del ornato público, resultan los aspectos más distintivos que nos acompañan entre el 24 al 29 de junio desde 1760, en esta fiesta que, independientemente de sus diversas etapas, se ha caracterizado por ser de participación popular, desde la elaboración entre vecinos del sabroso ajiaco de viandas y carnes, el propio 24 de junio.

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