Muchos centros laborales, y sobre todo redacciones de prensa, acumulan anécdotas muy propias, donde se confunde la realidad con la ficción, y más con el paso del tiempo.
Y la solidaridad entre
impresores de las distintas provincias facilitaba cumplir este cometido, aún
cuando se rompían las rotativas y su arreglo demoraba varios días.
Así, en ocasiones Adelante
se imprimió en otras ciudades cabeceras provinciales, de donde se traían los
miles de ejemplares por carretera.
Pero un día un gato saltó a
los rodillos en plena faena, y el estrago que causó su cuerpo fue tremendamente
destructor…y claro, el felino pagó con vida.
No recuerdo por qué fue
Guantánamo la ciudad que en esa ocasión, y durante varios días, fue la cuna de
los ejemplares de nuestro diario Adelante, quizás los colegas de otras
localidades más cercanas, no podían ayudarnos en esta tarea tan perentoria.
El caso es que por algunas
noches se alistó una avioneta AN-2 para llevar las planas a imprimir en la
rotativa guantanamera, y así garantizar en cada amanecer, la lectura de los
acontecimientos de Camagüey.
Ciertamente que algunos
impresores locales debían ir en el aparato y regresar exhaustos de madrugada,
pero con la satisfacción el deber social cumplido.
Y cuentan que un pícaro
periodista, cuyo nombre no voy a decir y que ya no labora en nuestro colectivo,
aparecía cada mañana, y también exhausto,
a la puerta de su casa, “explicando” que había tenido una noche de ardua labor en los talleres de la
rotativa del Guaso.
El “curioso” hecho se vino a
conocer un día que quien fue su esposa le comentó a un jefe de departamento,
lamentablemente ya fallecido:
“¡Mira que son abusadores
con mi esposo!...
¿Por qué?, le preguntó él.
“Chico, todos los días el
director de ustedes lo manda hasta Guantánamo en una avioneta a imprimir
Adelante, un viaje tan lejos al Oriente de Cuba…y para colmo, ¡tiene que
trabajar por el día de reportero como si tal cosa!”
El interlocutor de ella,
según nos contó después, esbozó una leve sonrisa, y le siguió la corriente,
porque se percató al instante de la falsa historia de su Don Juan amigo.
Hoy el probable protagonista
lo niega rotundamente, con la seguridad de que nadie lo va a señalar como
culpable, pero cierto o no, es una de las tantas anécdotas que enriquecen,
jocosamente, la historia de un viejo colectivo, que hoy se renueva con nuevos y
bien formados Licenciados en Periodismo, quienes también dentro de varios años,
tendrán mucho que contar de su quehacer cotidiano del presente.
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