La
calle Ignacio Agramonte, en el tramo comprendido entre los cines Casa Blanca y
Encanto, de la ciudad de Camagüey, toma forma. Los escépticos creen que las
obras transformadoras de la imagen no terminarán en fecha, a las puertas en
febrero próximo del medio milenio de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.
Los constructores, viejos y jóvenes, ponen su
empeño en que lo que se hace quede bien y constituya orgullo pleno de los
principeños, aún cuando la gente quiera más celeridad para tomar un respiro y
ver la recta final de la meta. No resulta fácil combinar el soterrado,
telefónico y eléctrico, con sus nuevas redes hidráulicas, más 30 objetos de
obra en los que se trabaja.
Una persona dijo ¡Qué molesto es andar
por estas calles, roseada de rocoso, polvo y cemento! Y a otra más optimista:
Deja que el 2 de febrero suene la Diana Mambisa y vengan a nuestras mentes los
recuerdos de aquellos que fundaron la urbe y de las generaciones que la
sucedieron con el Hombre de Alma de Beso a la cabeza.
Frente al centro recreativo El Colonial, por
donde andan hoy estas mujeres, no se podía pasar por la barahúnda de materiales
de construcción y equipos ,que despejan el entorno en el avance impetuoso hacia
la circular Plaza de los Trabajadores, custodiada en uno de sus laterales por
la casa natal del Mayor General Ignacio Agramonte.
Más vetusta, que de costumbre, veremos la
iglesia de Nuestra Señora de La Merced, donde en un lugar muy próximo a ella,
sentado en un banco, rodeado de niños, en su mayoría, el Comandante de la
sonrisa eterna lustró sus calzados.
Así andan las cosas en Camagüey, la ciudad de
Nicolás Guillén y de Carlos J. Finlay, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, de
Luis Casas Romero, en fin, una pléyade de hombres y mujeres que engrandecieron
la historia y vivirán eternamente en este medio mileno fundacional y en muchos
otros.
Fotos:
Otilio Rivero Delgado
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